SONETOS DEDICADOS AL SEÑOR DE LA HUMILDAD
Señor, cuando te miro entristecido
con esa santa mano en la mejilla
caigo a tus pies, hundiendo la rodilla
en el inmundo polvo, arrepentido.
Cuando te miro pálido y herido,
siento, Señor, que mi cerviz se humilla
y elevo la oración dulce y sencilla
del corazón a tu piedad rendido.
Señor, cuando te miro en esa peña
en la hermosa actitud del que desdeña
la vida, por salvar la humanidad,
grita mi lengua sus clamorosos trenos;
Tu eres, Señor, el padre de los buenos;
Tu eres, Mi Dios, Señor de la Humildad.
Manuel Pérez Carrascosa.
Dedicada a “El Cirio” en 1946.
Sobre una dura peña está sentado,
apoyada su mano en la mejilla,
dulce perdón en su mirada brilla,
mostrándonos su torso flagelado.
De punzantes espinas coronado,
herida y tumefacta la rodilla,
no se concibe, no, tal maravilla,
si el artista por Dios no está inspirado.
La belleza y bondad que el Cristo encierra
mueve a fervor en pontana tierra
y el corazón inclina a piedad.
Y aunque es Señor de todo lo creado,
el pueblo, que le aclama entusiasmado
lo ha llamado, el Señor de la Humildad.
Manuel Reina Montilla
¿En qué piensas, Señor? ¿Por qué suspiras?
¿Dónde clavas Tu vista acongojada?
Ya no hay luz en tu frente lacerada
y una lágrima se asoma a Tus pupilas...
¿Qué nos quieres gritar que así nos miras?
¿Tu deidad omnipotente maltratada
o Tu Gracia infinita derramada
sobre todo el que a Ti elevó sus cuitas ...?
¡Oh, Señor! Con la mano en la mejilla,
sentado en esa piedra ... abandonado.
¡Ejemplo Soberano de Indulgencia!
¡Divina encarnación del que se humilla;
fiel imagen del hombre despreciado...,
Tú, mi Señor de la Humildad y Paciencia.
Juan Ortega Chacón.
Con majestad sentado en peña dura,
sobre la faz divina diestra mano,
a la par tan excelso y tan humano,
mira, Humilde, Jesús desde su altura.
Siendo Tú Dios y Rey de toda albura,
cuánta llaga de amor portas ufano,
cuánto dolor, Señor, mas que no vano,
nos muestra impresionante tu figura.
Al contemplar tu cuerpo dolorido
–causa fue mi pecado, mi locura-,
un sentir me recorre estremecido.
Con mis labios, esa tu espalda pura
libar de mil heridas he querido,
gustando de tus ojos la dulzura.
M. Ramón Núñez Guerrero 49
Ya sales, luz del Sol, Miércoles Santo,
del patio que hay al fondo del convento
y en este maremagnum ya presiento
el cuerpo lleno de quebranto.
Al verte en dura peña sube el llanto,
al verte aflora en mi alma el sentimiento
y calla en las gargantas el acento,
no se oye siquiera un leve canto.
Contemplo tu mirada tan doliente
y evoco tradiciones muy queridas
sabiendo que se sienta humildemente
la luz, el sol, la fe de nuestras vidas,
en una piedra y muestra solamente
su túnica que es piel con las heridas.
Carlos Delgado Álvarez de Sotomayor
Con Tu mano resignada, a Tu mejilla,
y tus ojos con esfuerzo a la injusticia,
Tu sangrienta desnudez, Señor, propicia,
mi vergüenza y un desgarro que me humilla.
Como hiedra que va y nace de Tu orilla,
se Te enreda mi oración, que te acaricia;
besar es su afán y única codicia
las llagas en que Tu piel se desportilla.
¿Quién Te golpeó con tan cruel obscenidad?
¡Ni el aire toque esa carne dolorida!...
Mirad, le llaman el Señor de la Humildad,
ha ya tiempo que a Sus pies puse mi vida.
Miércoles Santo, hospital de la Caridad,
queda de un pueblo el alma suspendida.
Ernesto Cáceres Molina.
DIOS Y SILENCIO
A la Corporación “El Cirio”,humilde levadura manantera.
Tu rostro cae en el hueco de tu mano
rendido de cansancio. La corona
parece que suaviza sus espinas
y te besa la frente sudorosa.
El peso de la cruz se ha diluido.
Sólo queda el silencio como norma.
Una luz se desliza viento abajo
y acaricia tus ojos, que se ahondan
como pozos de lágrimas y presagio
sepultando el dolor entre las ondas.
Tus pies descansan, rotos, sobre el suelo.
Tu pecho late al ritmo de las horas
que llagan tus esperas. El olvido
te cubre con el llanto de la losa.
Sangre, pena y dolor. Sobre una piedra
tu cuerpo, fatigado, se desploma…
¡Cuán amargos te saben la saliva
y los ayes que amasan en tu boca…!
¡Cuán amargo el temor de tus discípulos
que tuvieron el miedo por alfombra
y pisaron, cobardes, sus promesas
y borraron tu huella en sus memorias!…
¡Cuánta y cuánta traición han soportado
tus espaldas…!
Y cuántos te abandonan
y te clavan mil cruces en el alma,
como garfios de duda y de zozobra…
Todo un Dios de grandeza se hace humilde,
se hace humano en el llanto y en la forma,
y medita y padece, carne adentro,
el dolor que lo llaga y lo transporta
hacia un mundo silente y desolado
donde aguardan los muertos y las fosas.
Nada queda en su entorno. Dios y hombre
se han fundido en un vértigo de sombras
hechas cruz de martirio y de renuncia
donde van a clavarlos. Ya están a solas
la verdad y la luz de su infinito…
y el ayer… y el mañana… y el ahora….
“Todo está consumado…” Calla el viento
al oir la palabra redentora…
…El Humilde reclina su cabeza
sobre el pecho cansado y se abandona…
…y se va, tiempo arriba, hacia los cielos
con la calma solemne de las olas…
Lorenzo Aguilar Estrada.
Miércoles Santo 1989. 50
AL SEÑOR DE LA HUMILDAD
Recitado el 1 de Mayo de 1983.
50º Aniversario de la fundación de “El Cirio”
Tú eres rey, Señor, y tu realeza
es poder infinito y soberano.
Con el mimo divino de tu mano
cuidas el mundo y toda su belleza:
las aguas del arroyo cristalino,
la plata de la estrella centelleante
y las alas del viento murmurante;
el color de las flores y el espino
que, entre los trigos, en el llano asoma;
las olas de la mar embravecida,
el manto de la noche estremecida
y el candoroso amor de la paloma;
la blancura de nieve del armiño
y la mirada angelical del niño…
Tú eres Dios poderoso, más tan bueno
que tu poder en nada has convertido
al entregarte, humilde y sometido,
a ese martirio, tan sereno.
Los hijos de la Puente que te aclaman
consuelo del dolor en su dolor,
de la Humildad te llaman el Señor
y por Señor de todo te proclaman.
Súplica:
Amantes de tu Fe y de tu Gloria,
uncidos a la rueda de tu Gracia,
despreciando del mundo la falacia,
cincuenta años de su fiel historia,
los hermanos de “El Cirio”, su fervor
en Ti pusieron, devotos, con su amor.
Para ellos, Humilde, en esta hora,
abriéndose la luz de mi esperanza,
yo te pido, Señor, cuanto se alcanza
de tanto bien como mi alma añora.
Por los lirios morados de tu faz,
por las duras espinas de tu frente,
da la alegría a mi pontana gente,
dale a “El Cirio” el beso de tu Paz,
y a sus hijos, sus padres, sus esposas,
alfombren el camino bellas rosas.
Manuel Mendoza Carreño.
Fundador y Hermano de Honor de “El Cirio”.
SALIDA DEL HUMILDE LA TARDE DEL MIÉRCOLES SANTO
La plaza es un estallido
de trompetas y tambores.
La plaza es un torbellino
de chiquillos y mayores.
La cima de picoruchos
de variados colores
se recorta en un aire
cuajado de mil olores.
Olor a cera y a huerta
y a sementera y a flores.
Está la calle al completo,
en balcones y ventanas
es grande la concurrencia;
para las Corporaciones
la cesta del alpatana
es punto de referencia.
En ese bullicio inmenso
de trompetas, de tambores,
de bastones, de cirios,
de abrazos y apretones,
el Lavatorio y el Huerto
salen del templo a la plaza
entre vivas y clamores,
que hacia el cielo se levanta.
Y al otro lado, al Humilde
lo van llevando en volandas
entre paredes de cal,
por una senda empedrada
llegan al nivel de la verja,
su cuerpo lleno de heridas
sentado sobre una piedra
con la mirada perdida.
De pronto, desde el gentío,
se alza la voz de un hombre,
que levantando los brazos
y ambas manos extendidas,
lanza no un grito, un quejío:
¡Que tu no tienes más túnica
que tu piel con tus herías!
Es un momento sublime.
Un hondo estremecimiento
recorre los corazones
expresando el sentimiento
de un pueblo sus emociones
y su dolor y su impotencia
viendo sufrir a su Dios
que es el Rey del Universo
y se ha hecho por amor
Rey de Humildad y Paciencia.
Detrás del Hijo, su Madre
la Virgen de la Amargura,
que al ver las llagas que cubren
desde el cuello a la cintura
la espalda del Redentor,
va tendiendo con ternura
amargo llanto de amor.
La procesión ya está en marcha
y se va perdiendo a lo lejos
el eco de los tambores,
de “Batidos”, de Misereres,
de Alondras y Ruiseñores.
Y en la plaza del convento
aún hay rumores de campanas,
de emoción y sentimientos,
que se tiñen de colores
al olor de las bengalas.
Jesús Álvarez de Sotomayor Reina